Lo que creemos , pensamos o decimos son los llamados conocimientos y estos mismos son volubles al cambio constante del propio movimiento, que estos mismos portan en si mismos.
Todo pensamiento debe ser interpretado de dos maneras distintas por nosotros, para poder conocerlos en toda su amplitud y sustancia. Debemos discernir si son nuestros o son adheridos por otros. Surge la duda y entonces nos aparece la pregunta: realmente ¿pensamos por nosotros mismos o tan solo imitamos los pensamientos ajenos?
Un autor anónimo, al parecer con sentido cristiano nos lleva a despejar las ideas con este escrito de «la nube del no saber» Me recuerda a Socrates cuando decía: «Solo sé que no se nada» que al partir de su ignorancia, nos ayudaba a encontrar la nuestra, sobre todo cuando este anónimo autor nos dice: «Por ello te apremio a que deseches todo pensamiento sabio o sutil por santo o valioso que sea. Cúbrelo con la espesa nube del olvido porque en esta vida solo el amor puede alcanzar a Dios, tal cual es en sí mismo, nunca el conocimiento.
Mientras vivimos en estos cuerpos mortales, la agudeza de nuestro entendimiento permanece embotada por limitaciones materiales siempre que trata con las realidades espirituales y mas especialmente con Dios. Nuestro razonamiento, pues, no es jamás puro pensamiento, y sin la asistencia de la misericordia divina nos llevaría muy pronto al error». Pag. 16.

La nube del no saber



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