La música es la inspiración de las palabras de Dios

Todo lo creado comienza con la puesta en marcha del movimiento y la acción.

Este movimiento primario, produce la vibración de todo el Cosmos manifestado y en ese creador y continuo devenir, se produce y se expande el primer «ritmo musical».

Entonces, la llamada y señalada por los Místicos, como la «música de las Esferas» – que a priori se nos hace inaudible a la generalidad de los hombres – se nos presentan y acercan a nuestros oídos, mediante el Verbo o la Palabra del Creador. Esta Música del Cielo, comienza a transmitirse por todo el Universo, mediante las potencias, correlaciones y fuerzas que puestas en movimiento, se hacen realidades cada día – aunque no nos demos cuenta de ello – mediante los fenómenos que  la misma Naturaleza nos muestra.

De este modo, esta puesta en marcha de la Gran Sinfonía del Universo, que es la Vida misma, se nos hace presente y audible en las conocidas melodías y músicas humanas. La música es entonces, podemos decir, es el mayor regalo de Dios que nos eleva hacia el encuentro del Misterio.

¡Alegría, alegría!

¡Oh amigos, cesad esos ásperos cantos!

Entonemos otros más agradables y llenos de alegría.

¡Alegría, alegría! ¡Alegría,

hermosa chispa de los dioses hija del Elíseo!

¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario!

Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado,

Todos los hombres se vuelven hermanos, allí donde se posa tu ala suave.

Quien haya alcanzado la fortuna de poseer la amistad de un amigo,

Quien haya conquistado a una mujer deleitable una su júbilo al nuestro.

Sí, quien pueda llamar suya aunque sólo sea a un alma sobre la faz de la Tierra.

Y quien no pueda hacerlo, que se aleje llorando de esta hermandad.

Todos los seres beben la alegría en el seno de la naturaleza,

Todos, los buenos y los malos, siguen su camino de rosas.

Nos dio ósculos y pámpanos y une al amigo hasta la muerte.

Al gusano se le concedió placer y al querubín estar ante Dios.

Gozosos, como los astros que recorren los grandiosos espacios celestes,

Transitad, hermanos, por vuestro camino, alegremente, como el héroe hacia la victoria.

¡Abrazaos, criaturas innumerables!

¡Que ese beso alcance al mundo entero!

¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada tiene que vivir un Padre amoroso.

¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador?

Búscalo sobre la bóveda estrellada. Allí, sobre las estrellas, debe vivir.

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses hija del Elíseo!

¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario!

Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado,

Todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ala suave.

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses, hija del Elíseo!

¡Alegría, bella chispa divina!

Friedrich Schiller



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